Existen factores, además de los obvios, que pueden provocar desempleo incluso en una época buena y hacer que la destrucción de puestos de trabajo sea aún más intensa en una época mala.
Uno de los grandes culpables es la política pública. Cuando los gobiernos aprueban políticas para proteger a los trabajadores, a veces ofrecen incentivos para que las empresas no creen puestos de trabajo y, así, provocan sin querer desempleo. Ejemplos de estas políticas son unos salarios mínimos demasiados elevados; leyes de regulación de despidos que hacen que a las empresas les resulte caro reducir empleos cuando necesitan hacerlo; prestaciones por desempleo demasiado generosas que ofrecen incentivos a los trabajadores para no aceptar puestos de trabajo; he instituciones que negocian los salarios (normalmente sindicatos) que establecen dichos salarios en niveles demasiado altos y dejan muchos trabajadores sin empleo. Además, cuando los impuestos son elevados, resulta caro contratar trabajadores y las empresas adquieren maquinarias en su lugar, o crean los puestos de trabajo en otros países.
Los gobiernos tienen pocas opciones. Si aprueba programas de reactivación estimularán la producción y, a su vez, los puestos de trabajo, pero la mayoría de los países tienen déficits demasiado elevados para permitir un mayor gasto público. Si recortan las prestaciones por desempleo para crear incentivos para el trabajo, lo único que van a lograr es enviar a miles de parados y a sus familias a la pobreza. Si proponen una congelación universal de salarios o, de forma más radical, una bajada general de salarios a todos los trabajadores, estarán dando el paso más valiente para compartir el peso de la crisis y crear empleos. Eso sí, sería un suicidio político asegurado.
A menos que haya esa bajada general de salarios, la mejor solución entonces, sería aprovechar la oportunidad, es decir, la crisis, para reformar, de forma contundente, los mercados laborales y las instituciones, de tal forma que tengan menos personal, sean más eficientes y ofrezcan mejor incentivos para el trabajo. Por otra parte, los pagos por desempleo, deberían estar escrupulosamente condicionados al cumplimiento de programas de formación obligatorios. Se deberían reformar las leyes de despido, de tal forma que las empresas no tengan miedo de crear trabajo. También reformar las negociaciones colectivas para que las industrias produzcan a unos niveles salariales más racionales.
Si un gobierno da estos pasos, sin importar el costo político y pensando más en el país, y ejecutandolos de forma profunda y efectiva, una vez se logre volver al crecimiento, el tipo de empleo que se creará será más estable y de mejor calidad, y la economía del país será más productiva y competitiva.